domingo, 31 de agosto de 2014

Mientras que el cuerpo aguante (1)

     Cada vez que se sentaba a escribir le pasaba lo mismo. Terminaba monologando, con lo poco que le gusta monologar. Siempre sus escritos tenían un tono de víctima, de sufrimiento constante. "Anda a escribir en un diario íntimo"; y lo hubiera hecho sin dudarlo, pero no tenía constancia, ni una vida tan agitadamente social como para tener algo para escribir todos los días.  
    Le hubiera encantado ser de esos escritores bien vanguardistas, buenos tipos de cafés; de esos que van a tomar un café solos y se la aguantan, con su campera de jean gastada y que al terminar el cortado en jarrita ya tienen una historia. Por supuesto, estos personajes siempre tienen barba y la sabiduría se le escapa de los ojos. Esos tipos que aman en cada letra, en cada suspiro, siempre un rayo de sol los iluminaba desde la ventana sucia de aquellos boliches.
   Pero no lo era, y estaba muy lejos de serlo. Sólo podía sentarse a escribir porque estaba ignorando la pila,  cada vez era más alta, de apuntes y trabajos de la facultad. Es que no se puede vivir con miedo. Suficiente tiempo había ocupado en el aquel sistema que te impone un título para ser alguien. No sirve vivir escapando. Tenía pocos años para saber lo que era la vida y demasiados para poder recapacitar sobre lo que estaba haciendo y lo le gustaba de ella.
     No sirve acostumbrarse, pero ya lo había hecho. La vida lo rebalsaba constantemente y eso no era ya una novedad. Siempre se dice que la juventud es la cresta de la ola, pero a él la ola se lo tragaba y lo devolvía con más fuerza cada vez. A nuevo remonte, nueva caída más fuerte. Pero ya casí se acostumbraba. Dejaba su cuerpo con la mente en cero. Nada lo diferenciaba con un cuerpo sin vida, obedeciendo al mandato del mar.
     Hacía mucho que nadie lo veía escribir, hacía mucho que él no se veía escribir. Tal vez porque pensaba que escribía por algún motivo en especial, por un vacío a llenar que ya había sido llenado.Una conclusión ya cerrada, un amor le pisaba el corazón. Estaba tan convencido que era así que no se dio cuenta cuando el golpe de realidad lo bañó en agua fría.
   
   
   

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