jueves, 11 de septiembre de 2014

Mientras que el cuerpo aguante (2)

   Era en esos momentos en los que deseaba ser una víctima del rock. Cuando las lágrimas le brotaban sin motivos, cuando un nudo en la garganta no la dejaba respirar. No le importaba que la vean llorar. En realidad, si y mucho, pero no lo podía evitar. Era trasparente. No podía ocultar lo que sentía. Su cara era traslúcida como el agua en la que mojaba su piel cada mañana. 
  Y se enojaba. Se enojaba mucho por ponerse así, triste sin razón. Mientras más enojada estaba más triste se ponía y esa vorágine de sentimientos la encontraban caminando por la calle. Porque ese era el único lugar en el que se sentía segura. El único lugar que nadie le podía sacar, que nadie le iba a invadir. Tal vez, ella no se daba cuenta de ello, pero siempre retrasaba el reloj de la casa para volver más tarde. 
  Ella siempre quizo y va a preguntarse por el resto de la vida por qué no puede ser otra presa del rockandroll. ¿Por qué no tiene un cuerpo flaco, sin nada de curvas y el pelo marañoso, lleno de historias por contar? Es decir, ser esas chicas que no se detienen a ser alguien, que se llevan al mundo puesto, que no les importa desayunar fernet y quedar desmayada todo un domingo sobre el piso del baño. A esas minas nunca les queda bien vestirse para salir, y a ella no le queda bien ser como es.  La pregunta que siempre le daba vueltas en su cabeza es por qué le tocó ser tan afin a lo que todos quieren que sea. Cuál es la causa que dictaminó que ella sería así, tan prolijita y limpita. tan preocupada por lo que piensen los demás...como si la imagen de uno se construyera así. 
   A lo mejor era así, uno se construye a partir de la impresión que deja sobre el otro. Pero, ¿por qué se sentía tan vacía y pensaba que nada de eso tenía sentido?

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